Betiana Blum: “Estoy más abierta a entender la vida”

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Es una de las actrices más emblemáticas del país: Rosa de lejos, Esperando la carroza, Campeones, Soy gitano, Valientes o Graduados son algunos de sus trabajos más recordados. Ahora es parte de la obra Mentiras inteligentes. Entre carcajadas contagiosas, invita a pensar en las profundidades de la vida.

“La no aceptación del pasado es una de las grandes tragedias de la vida”

Pudo crecer (y sostenerse) en dos direcciones al mismo tiempo: por un lado, construyó una trayectoria hacia afuera y transformó a la Betty Ana Blum Flores, nacida en Charata, Chaco, en Betiana Blum, actriz, directora y maestra de actores. Por el otro, buceó hacia adentro. Sus búsquedas espirituales la llevaron a viajar a lugares sagrados, hacer años de psicoanálisis, leer cantidad de autores y publicar Sentirme bien. Guía para el conocimiento y la felicidad, hace dos décadas. Su impronta se despliega ni bien comienza a hablar y subraya que, en un momento en el que alrededor reina la incertidumbre, ella apuesta a mantener la armonía interna. “En el mayor caos, tendría que haber orden. En el momento de mayor grito, tendría que haber silencio para escuchar. A medida que voy creciendo, que voy teniendo más años y más experiencia, me voy calmando, voy viendo cada vez más las cosas desde otro punto de vista, cada vez con más aceptación, más paciencia, más benevolencia”.

¿Qué le pasa al personaje que encarnás en la obra de teatro Mentiras inteligentes, donde sos la madre de Mariano Martínez y esposa de Arnaldo André?

Toma conciencia de que el hijo está en peligro, que está por cometer un error en cuanto a su pareja (Florencia Torrente) y, cuando uno es infiel, hay una red de mentiras alrededor. Empieza a tratar de que el hijo se dé cuenta y termina revelando una verdad muy fuerte, que pone en riesgo su propio matrimonio. Pero, en ese momento, la prioridad es que el hijo tome conciencia de que, a veces, uno es muy joven y que el tiempo te muestra otras cosas. Dice una frase muy hermosa: “Sos muy joven, esperá a ver lo que hace el tiempo”.

¿Qué hizo en vos el tiempo?

Y, me hizo más paciente, más humilde, me va domando el tiempo, lo que demoró en deshacerse mi ego (se ríe).

¿Conviviste con mentiras?

¿Si yo miento?

Digo como en la obra, donde pequeñas mentiras intentan sostener algo más importante.

A veces, más que mentir, es no decir, omitir. Por eso mis relaciones fueron breves, duraron más o menos cinco años.

Digamos que tu mayor compromiso fue con vos misma.

Escuchame, la única fidelidad es hacia uno mismo, no hay otra.

¿Es verdad que preferís estar abierta a lo que te ofrezca la vida en vez de cargar proyectos personales?

Sí, me resultan muy pesados en este momento de mi vida, pero, cuando expreso lo que pienso y siento, siempre digo que es lo que me pasa a mí, no es que todos tengan que hacer eso, ni tiene que ser así. Me parece una maravilla quienes, por ejemplo, hacen grupos, arman un teatro, hacen una obra. Yo, en este momento, estoy más abierta a entender la vida (sonríe), a entender esta pulsión amorosamente. Cada día intento aprender a escuchar más y a darme más cuenta de lo que sucede, para que mi intervención sea para armonizar. Y, cuando hay que defender algo, hablar, hablar, buscar las formas de ser escuchado. Nunca me sentí perteneciendo a otra cosa que no sea un escenario y a la vida misma.

Sin embargo, cuando viajaste del Chaco a Buenos Aires, no fue con intenciones de ir directo al escenario.

No, venía a la literatura, a estudiar Letras.

El escenario te cruzó el camino.

Y, estaba implícito. Uno nace con cosas, algunos más claros que otros. Para mí siempre fue la palabra, el verbo, el verbo creador… Cuando la palabra está habitada, es un motor. En mí, en un primer momento, fue a través de la escritura y, después, de la expresión.

“La gente me ve por la calle y se le ilumina la cara. Es uno de los logros de mi vida”

¿Te acordás cuándo te diste cuenta de que estabas tomada por la actuación?

¡Me pegué un susto feroz!

¿Cómo fue?

En el secundario preparé algo para acto del 9 de Julio y me estudié la “Marcha triunfal”, de Rubén Darío, que es una vibración ascendente, “Ya viene el cortejo, ya viene el cortejo…”. Si entrás ahí, te vas. Aspiral ascendente, como el canon. Yo me dormía diciéndolo. Y, cuando llegó el día, me acuerdo que empecé con “Ya viene el cortejo” y, de pronto, los aplausos. Cuando escuché los aplausos… ¡qué susto me pegué! ¿Qué pasó?

Como si te hubieras despertado de repente.

¡No sé, me encontré con la gente aplaudiendo! Había dicho todo el poema sin darme cuenta, me asusté mucho. Yo pienso que el actor debe vaciarse y dejarse habitar, ahí existe la posibilidad de que sea vivo, que es lo que a mí me interesa. Por eso es muy sanador el escenario, porque es tiempo presente. Y también es maravilloso para el público. Yo veo las caritas de la gente cuando aplauden y están despiertos, vivos.