Joaquín Furriel: “Trabajé, entrené y estudié para que las cosas hoy sean así”

1747

Es uno de los actores más respetados del medio. A los 44 años, Furriel se luce en Hamlet, en el Teatro San Martín, y apuesta a una carrera internacional en el cine. Tras sufrir un ACV en 2015, confiesa disfrutarlo todo.

«Alfredo ALCÓN fue una de esas personas que potenciaron mi vida»

Tu último trabajo en un teatro fue justamente aquí, en el San Martín, junto a Alfredo Alcón, quien además de actuar con vos, te dirigió en Final de partida, la obra de Samuel Beckett. Pasaron seis años de aquel estreno, mucho tiempo para volver a pisar un escenario.
Es cierto, hago teatro desde los 13 años y es la primera vez que dejé pasar tanto tiempo. Quedé con una gran tristeza después de la muerte de Alfredo. Estar en un escenario me recuerda mucho a él, compartí y aprendí tanto. Tengo tantos recuerdos que guardo para mí. Era una persona muy generosa. Acompañarlo en ese momento fue algo extraordinario. Para mí Final de partida no fue solo una obra de teatro, viví otra experiencia, me marcó de otra manera. Alfredo fue una de esas personas que potenciaron mi vida.

Alfredo Alcón es un referente inevitable de la escena shakespereana argentina y su Hamlet, un clásico indiscutido.
Recuerdo en una oportunidad haber hablado con él sobre la posibilidad de hacer Hamlet, y me dijo que esperara, que necesitaba tener más experiencia profesional y de vida, porque se trata de un personaje con el que hay que tomar muchas decisiones. Y no se equivocó. Este momento es justo, la edad, lo que me pasó en los últimos años. Hoy entiendo todo lo que le sucede al personaje. Comprendo perfectamente esta idea de ser o no ser. Es una obra muy contemporánea. Con Shakespeare pasa algo bastante particular. Cuando le entrás mal, te puedo asegurar que sos el peor actor del mundo; y cuando lo hacés bien, solo vas bien.

¿Cómo vivís tu vínculo paterno con Eloísa?
Es tan íntimo, tan privado, guardo cada instante; el de la paternidad es un rol en el que me reconozco y conozco.

Este año participaste también de una campaña para Greenpeace, junto a Mercedes Morán, por la protección de los bosques chaqueños. ¿Sos un hombre comprometido?
No es el rol que deberíamos ocupar los actores, pero si te quedás callado, pasás a ser parte de esa vorágine indiferente. Uno está atento a lo que ocurre a nuestro alrededor.

A mitad de este año, HBO estrenará la segunda temporada de El jardín de bronce, la ficción basada en el libro de Gustavo Malajovich. ¿Un regreso esperado?
Fue una gran experiencia. Este año, la historia va a explorar el vínculo entre padre e hija, vamos a conocer mucho más de Moira [interpretada por Maite Lanata, la revelación de 100 días para enamorarse], descubrir todo lo que ella vivió en el pasado y ser testigos de cómo Fabián [Danubio, su personaje] intenta reconstruir la vida que tuvo previamente a la desaparición de su hija.

Que tus películas puedan ser vistas en distintas partes del mundo es una de las grandes ventajas que ofrece el streaming.
Es cierto. Resulta curioso no saber por dónde andan mis trabajos. Me interesa la posibilidad que da el streaming, por ejemplo, a películas como El patrón, valorada en su estreno, pero que consiguió que personas de diferentes niveles socioculturales la vieran en la plataforma. Antes eso pasaba con la televisión abierta, lo que me acercaba a un público diferente al del teatro.

No todo es actuación, el montañismo es una de tus otras pasiones. En tu cuenta de Instagram, por ejemplo, aparece la imagen de tu ascenso al cerro Adolfo Calle (4260 metros), en Mendoza.
Me gusta el montañismo y disfruto mucho de él. Tiene muchos puntos en contacto con la actuación. No solo se trata de llegar a la cumbre, para subir a una montaña es necesario saber controlar los tiempos, la hidratación, el ritmo y, sobre todo, saber retirarse a pesar de que estés muy cerca de la meta. Y el teatro tiene mucho de esto, me pasa con Hamlet, donde hay que medir cada paso.