Laura Fernández: “No me adelanto, pero me permito soñar“

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Con pasos firmes y seguros, la actriz y bailarina conquista nuevos territorios.

Las butacas vacías, el telón bajo, la escenografía oculta. El teatro Lola Membrives se despereza de a poco antes de comenzar una nueva semana de funciones.
Es el segundo año consecutivo que la tiene como figura estelar sobre estas tablas (en 2018, con Sugar; y ahora, con Departamento de soltero), donde comenzó su recorrido por el mundo del espectáculo hace más de diez años, en un rol muy diferente. “Mi primer laburo fue acá: fui utilera a los 16. Empecé a aprender cómo era el trabajo en el teatro. En ese momento estaba El fantasma de Canterville, un musical de Cibrián-Mahler. Este teatro es mágico para mí, tengo los mejores recuerdos. Este camarín lo tenía el protagonista de ese momento y era EL camarín. Yo estaba en el tercer piso, en un camarín mini que compartía con tres compañeras más. Lo vivo con la misma alegría, la misma adrenalina y los mismos nervios que el primer día. No es que con el paso de los años y con más protagonismo siento mayor presión: recuerdo haber tenido el mismo cosquilleo en la panza cuando tenía que mover un carro”, dice.

«deseaba que la vida me sorprendiera, vivir de lo que me gusta hacer, más allá del rol»

¿Siempre quisiste llegar a este camarín?
Mi meta era seguir creciendo, no sé si quería este camarín. Yo deseaba que la vida me sorprendiera, vivir de lo que me gusta hacer, más allá del rol.

¿Cómo te llevaste con la gran exposición que tuviste estos últimos años por la tele?
Es todo un aprendizaje. No esperaba que sucediera todo lo que sucedió desde el primer día que entré a Showmatch, pero en el balance me quedo con las cosas positivas que me dejó: me dio a conocer, me brindó una pantalla muy grande para mostrar lo que sé hacer y lo que me gusta. Obviamente, hubo momentos en los que no la pasé bien, no me llevé bien con algunas formas o no coincidí con otras, pero me quedo con un gran recuerdo y estoy muy agradecida. Confiaron en mí, año tras año y siguieron dándome laburo, y cada vez más y más lugar. Siempre le voy a agradecer muchísimo.

Ahora que estás afuera de la tele, ¿sentís que son más amables el contexto y el ambiente?
A mí me encanta hacer televisión, no me disgusta para nada el revuelo que tiene. Me gusta mucho conducir, la adrenalina de un programa en vivo. Obviamente, en el teatro hay una parte mucho más relajada, y me encanta que la gente esté ahí nomás. Sentís cómo está recibiendo lo que vas haciendo. Este año es mucho más tranquilo que el año pasado. Pude permitírmelo y dedicarme solo a esto, que representa un desafío, algo recontranuevo para mí. Toda mi vida hice musicales, y por lo general ahí la parte actoral no se profundiza tanto. Acá sí.

¿Con qué te desconectás del trabajo?
Con el tenis, que no tiene nada que ver con mi laburo y es una gran descarga. Tomar clases de baile o de acrobacia, o de lo que sea, no deja de ser algo ligado a mi trabajo. A tenis voy, y si soy buena, mala o más o menos, da lo mismo. Me gusta entrenar y que me salga, pero no tengo ningún tipo de presión. Entonces, me permito equivocarme. También salgo a andar en bici. Nico corre maratones, y yo lo acompaño de esa forma, algo que me gustó mucho: es un momento en el que el protagonista es el otro, y está buenísimo eso. Yo era muy independiente, y lo sigo siendo, pero al estar tanto tiempo juntos, está bueno a veces pasar a un segundo plano y acompañar. Son cosas que fui descubriendo con esta relación y con el tiempo. Hay momentos en los que él me acompaña a mí también, y otros de soledad. Un equilibrio.

¿Sos de proyectar cosas? ¿O preferís no adelantarte demasiado?
No me adelanto, pero me permito soñar. Soñar juntos también está buenísimo, habla de que hay mucho amor, pero sin ponernos fechas de nada. En el trabajo, siempre tengo cosas en la cabeza: me encantaría conducir en televisión, por ejemplo. Constantemente estoy soñando, pero me gusta dejarme sorprender.