Anama Ferreira: “Yo soy mi propia empresa de marketing”

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La exmodelo vino por diez días a la Argentina, de la mano de un novio, pero ella se quedó finalmente un poco más: 43 años. Activa y siempre bien predispuesta, madre orgullosa, Anamá lidera una escuela de modelos y hace TV. A los 68 años, cuenta cómo hace para parecer de 50.

“Soy un poco una gurú del positivismo”

Sin dudas, el 2018 no fue un año más para Anama Ferreira. Y mucho tuvo que ver su participación en Bailando por un sueño, el ciclo televisivo que la hizo resurgir en la escena masiva, algo que esta modelo, ícono de los años 80 y 90 en Argentina, conoce muy bien. Resurgir, reinventarse y, sobre todo, permanecer. Con cada aparición suya junto a Marcelo Tinelli, el rating del programa alcanzaba los 15 puntos, un número encantador para cualquier productor en tiempos de bajo encendido. Anama sabía que su estadía allí no iba a durar mucho porque el baile nunca fue lo suyo. “Los argentinos le tienen demasiado miedo al ridículo. Yo sabía que, de un momento a otro, iba a quedar fuera del certamen, pero, mientras tanto, iba a dar todo de mí”, explica a Ahora Más
Anama contagia buen humor, una cuestión primaria -dirá- para encarar cualquier proyecto en la vida. Después de 43 años en la Argentina, con ese acento que nunca va a poder sacarse -y que, de alguna forma, también la define-, la exmodelo ahora devenida en empresaria decidió que era tiempo de contar su vida en Negra Guerrera, un libro autobiográfico que acaba de publicar. “Cuando comenzó a darse el tema del Me Too y esta revolución de la mujer, todo eso me empujó a escribir”, explica.
Anamá comienza su libro diciendo las cosas que le gustan, como pedir un cóctel diferente cada vez que va a un bar o pasar el tiempo con sus mascotas. También habla de las que no, como cocinar, que alguien llegue tarde a una cita o que la traicionen. Ama la música, dice que no puede vivir sin ella y que se iría de gira con los Rolling Stones. “Me vuelve loca la ropa y lo que me pasa con los zapatos es directamente una obsesión”, grafica en la introducción. “Es un libro muy honesto. Tiene tips de moda, pero no es un libro de moda. Es un libro de corazón, de autoayuda. Todos tenemos sueños. Por qué entonces no cumplirlos, por qué no intentarlo al menos. La vida es eso. Yo nací en un pueblo muy chico, en la habitación tenía una foto de Kouka, una de las primeras grandes top models argentinas. Quería ser como ella, quería salir en la Vogue, trabajar en esta carrera”, explica.

¿Hace cuánto que tenés la escuela de modelos?
Hace 37 años la escuela y la agencia de modelos. Son dos cosas distintas. La escuela es como una universidad de la belleza. Aprendés de todo, a caminar, a maquillarte, fotografía, teatro, producción de moda, diseño de imagen… Tenemos una materia nueva que es Redes Sociales. Esa es la escuela donde recibo todas las chicas, no hago discriminación. Sos gorda, alta, flaca, bajita, es igual. Es una escuela inclusiva. Tengo chicas con síndrome de Down, mellizos que son ciegos, una chica que está en silla de ruedas. Ahora, para la agencia, son chicas que van a trabajar de modelos, que, para alta costura, tiene que ser de (piensa)… 1,77 metros para arriba piden ahora.

Las agencias y escuelas de modelos han ido desapareciendo. ¿Cómo hiciste vos para mantenerlas tanto tiempo?
No existen más. ¿Por qué no existen más? Porque no supieron ver el cambio de tiempo. En los 90, eran las súper modelos. En los 2000, el mundo cambia con las redes y las agencias no supieron seguir la corriente. Yo trato de reinventarme siempre, soy mi propia empresa de marketing.
Se leer el lenguaje de los jóvenes. Cuando empecé a trabajar, estaba de moda una música para desfilar. En la medida en que fue cambiando, si vos seguís poniendo la misma música, no te va a ver nadie.

Cuando viniste a la Argentina, ¿sabías que te ibas a quedar para siempre?
Vine por diez días y hace 43 años que estoy (risas). Yo quería ir a París. Pero vine a Buenos Aires a conocer, tenía un novio argentino que se llamaba Manolo, que me hablaba mucho de acá. Conocí gente que me dijo de quedarme a trabajar. “Acá no hay tantas negras”, me decían. En el libro hablo de eso, de la cadena de favores. Me presentaron un fotógrafo, Luis Perrotta, que se hizo famoso porque hizo muchas tapas de rock. Él me presentó a Charlie Grilli, un diseñador súper top de los 80. Y ahí empecé a trabajar. Hice mi primer desfile en marzo de 1976 y nunca más paré. Después conocí a Mary Tapia, hice desfiles para ella y el marido de ella, que trabajaba con Luis Puenzo, me lo presentó. Luis hacía cosas con publicidad y me contrató para hacer la propaganda famosa de Gancia. Le dijeron: “¿Una negra va a ser protagonista?”. Él dijo que sí. Ya llevo acá 43 años. Desde ese momento, hasta el día de hoy, nunca paré de trabajar. Nunca hice juicio a nadie. Todo lo que tengo de verdad lo conseguí trabajando. Y nunca tuve un amante que me mantenga.

Afortunada en el dinero… ¿y en el amor?
He tenido varias parejas, tengo una hija hermosa (hace un silencio largo) Yo ya intenté de todo, a esta altura de la vida, una ha hecho cosas, pero siempre mis matrimonios duran un promedio de diez años. Me casé, después me separé. Con la última pareja que tuve, Marcelo Mascaro, no convivía. Vivíamos cada uno en un piso distinto. Estuvimos 11 años y nos separamos hace un año. Mi hija Taina es de mi relación con Ricardo Laurino.

¿Y ahora? ¿Hay lugar para el amor?
Ahora no me quiero casar (risas), las mujeres tenemos el vestido de novia en la cabeza, pero yo ya no. O sea, me encantaría conocer a alguien, pero ahora soy muy exigente (risas).

Llama mucho la atención lo bien que te mantenés. ¿Cómo haces?
Primero, hay que tener buen humor para que las neuronas funcionen como corresponde. Eso es fundamental. Después, hago gimnasia. Si te queda tiempo, yo siempre recomiendo a uno tener dos horas para hacer lo que quiere, ponerse música, ir al gimnasio. Eso es fundamental para la salud mental. Comer sano es otra cosa que hago. Nunca me drogué, nunca fumé.

¿Es cierto que sos fanática de la Luna, que, cuando eras chica, mandaste una carta a la NASA y te la respondieron?
¡Sííí! ¿Ves? Esa anécdota pinta un poco lo que soy. Yo de chica quería ir a trabajar ahí, quería ser astronauta. Cuando el hombre llegó a la Luna, para mí fue un shock. Le escribí en ese momento entonces una carta a la NASA pidiéndole fotos. En esa época, era carta, no había Internet. Había que sellarla y pagar, no era barato. Le pedí a mi vieja plata, ella se reía, era un lugar irreal. “Pobre Ana”, le decía mi mamá a mi viejo, “se quedó impresionada con la llegada del hombre a la Luna y ahora ella le mandó una carta a la Luna” (risas). Fui el hazmerreir de todo el pueblo, en la escuela. El día que me llegó el sobre, a los 20 días, a mi casa, un sobre con fotos, información y un agradecimiento, ni te cuento la alegría. “Llegó un sobre”, dijo mi mamá. Yo le pregunté: “¿De dónde?”, porque la NASA era algo irreal, inalcanzable. Y a ella le salió decir: “¡¡De la Lunaaaa!! (risas) Les tapé la boca a todos.